Realmente existen muchas cosas por las cuáles debemos dar gracias cada día; algunas nos resultan evidentes, pero hay otras que pasan habitualmente desapercibidas. Sucede por ejemplo con nuestra salud, la posibilidad de estudiar, de tener un plato caliente sobre la mesa, una familia, un hogar…
También es frecuente pasar por alto lo que otros hacen por nosotros, sobre todo si forma parte de su trabajo (médicos que nos curan, dependientes que nos atienden, profesores que nos enseñan…).
En muchas ocasiones nos olvidamos de practicar la gratitud y sobre todo, de enseñársela a nuestros hijos más allá del simple ‘gracias’ como forma de cortesía. Educar a nuestros pequeños en la gratitud les permitirá desarrollar la empatía, aprender a valorar el esfuerzo de los demás, valorar cada cosa que tienen en términos materiales y emocionales, y de este modo ser más cuidadosos con sus pertenencias. Sin lugar a duda, todo esto va a influir en una actitud más positiva, equilibrada y feliz con respecto a la vida.