Los exámenes diagnósticos son habituales durante el embarazo. Estos exámenes permiten a los profesionales sanitarios llevar un control sobre la salud de la madre y del bebé para prevenir futuras complicaciones en esta etapa.
Por ese mismo motivo, es posible que en las últimas semanas de embarazo el especialista recomiende una amnioscopia para evaluar cómo se encuentra el líquido amniótico antes del nacimiento del bebé. En este artículo, te contaremos qué es una amnioscopia y para qué sirve, cómo es el procedimiento para realizarla y si existen riesgos de llevarla a cabo durante la gestación.
Qué es una amnioscopia y cuándo se hace
La amnioscopia es un examen obstétrico invasivo donde se visualiza directamente el amnios, es decir, la membrana que recubre al bebé y el líquido amniótico, introduciendo un amnioscopio (una especie de tubo fino) a través del cuello uterino.
¿Cuándo se debe realizar una amnioscopia? Esta prueba diagnóstica puede indicarla el especialista a partir de la semana 37 de embarazo, ya que el cuello del útero necesita estar reblandecido y algo abierto para permitir el paso del amnioscopio a través del él.
Lo que se busca con la amnioscopia es observar el color del líquido amniótico para detectar posibles problemas fetales. Normalmente, este líquido es claro con copos de vérnix caseosa, sin embargo, en el caso de ser amarillo, verde o marrón, puede alertar al especialista de una posible complicación intrauterina.
¿Qué peligros tiene la amnioscopia?
Ahora bien, existe controversia en relación a su realización, ya que al ser invasiva puede poner en riesgo de embarazo. Por este motivo, en la Guía de Práctica Clínica para la Atención al Parto Normal se afirma que es una intervención invasiva no exenta de complicaciones y con un número significativo de falsos resultados. Estas circunstancias determinan que el balance beneficio-riesgo sea dudoso. En este sentido, es el médico quien deberá valorar la necesidad de realizarla.
Por otra parte, existen otras pruebas no invasivas que se pueden realizar para valorar si existe sufrimiento fetal como, por ejemplo, la ecografía y el registro cardiotocográfico.
Para qué sirve la amnioscopia
La amnioscopia sirve para evaluar el bienestar del feto basado en las características del líquido amniótico como el color y cantidad. Específicamente, lo que busca es detectar la presencia de meconio en el mismo. El meconio es la primera evacuación del bebé, de aspecto oscuro y textura pegajosa, que se forma en los intestinos fetales. Por lo general, el meconio se expulsa después del nacimiento, sin embargo, si esto ocurre dentro del útero, contamina el líquido amniótico y puede poner en riesgo la salud del bebé.
Concretamente, el bebé puede aspirar esta sustancia durante el parto y dañar los pulmones, causando el síndrome de aspiración del meconio (SAM), una complicación que puede desencadenar infección pulmonar o asfixia del neonato. No obstante, este problema solo ocurre en un porcentaje bajo de neonatos, por lo que la presencia de meconio no siempre es sinónimo de sufrimiento fetal.
Por otro lado, puede que el líquido amniótico se vuelva de un color amarillento, debido al aumento de la bilirrubina como resultado de una isoinmunización, que es cuando el sistema inmune de la madre reconoce como extraño al bebé y reacciona. Si el líquido amniótico adquiere un color rojo sanguinolento, puede ser producto de una hemorragia intrauterina o muerte fetal.
Ante todo, debemos tener presente que cualquiera de estas características indica un compromiso de la salud fetal.
Cuál es el procedimiento de la amnioscopia
No se necesita una preparación previa para someterse a una amnioscopia, solo una higiene íntima adecuada. Al llegar al centro de salud, el especialista te indicará que te acuestes sobre la camilla y que adquieras la posición para la exploración ginecológica con las piernas abiertas y apoyadas sobre la misma.
A continuación enumeramos los siguientes pasos del procedimiento de la amnioscopia:
- Tacto vaginal para determinar la posición del cuello uterino y cómo de abierto se encuentra para esta prueba. Es necesario que el cuello del útero esté dilatado uno o dos centímetros. En caso de que no sea así, la dilatación puede obtenerse de forma manual.
- Introducción del espéculo para guiar al amnioscopio: el profesional sanitario también puede usar las manos como guía para introducir el amnioscopio en la entrada del cuello uterino. El amnioscopio es un cono muy delgado, con una luz blanca de unos 20 centímetros, que ilumina la cavidad para facilitar la visualización del líquido.
- El especialista observará las características y la cantidad de líquido, teniendo cuidado de no romper la membrana amniótica.
Esta prueba puede ser incómoda para la madre y sentir dolor al realizar el tacto o introducir el amnioscopio. Asimismo, es posible que se produzca un leve manchado después del procedimiento.
Riesgos de realizar una amnioscopia en el embarazo
Todo procedimiento invasivo en el embarazo conlleva a una serie de riesgos. En el caso de la amnioscopia, los principales peligros son los siguientes:
- Rotura prematura de membranas: ocurre en el 1 o 2% de los casos durante el procedimiento. Esto puede provocar como consecuencia una infección intraamniótica.
- Despegamiento de la membrana amniótica: puede causar dilatación del cuello uterino y hemorragia.
- Desencadenamiento del parto.
Estos posibles riesgos de realizar una amnioscopia en el embarazo son la razón por la que no se practica de forma rutinaria y solo se lleva a cabo en algunos centros de salud y bajo condiciones especiales. Además, este procedimiento está contraindicado en casos de placenta previa o gestaciones de menos de 35 semanas.