El destino es ese lugar al que nos dirigimos. Muchos aseguran que nuestro futuro ya está marcado, que llegaremos a esa persona que está destinada para nosotros, tarde o temprano y nuestro paso por la vida consiste en esperar que llegue, ese es nuestro objetivo, porque vinimos a amar y a encontrar esa alma que nos va a hacer crecer como persona y a conocer el amor en todo su esplendor.

Por otro lado, hay quienes piensan que el destino simplemente lo construye cada uno, por lo que las acciones y la dirección que decidimos tomar en nuestra vida marcará uno u otro destino.

Existe una bonita leyenda, la leyenda de Sakura que inició en el antiguo Japón. Los señores feudales libraban batallas en las que morían muchos guerreros, llenando a todo el país de tristeza.

Sin embargo, había un hermoso bosque que la guerra no había podido alcanzar. Estaba lleno de árboles frondosos.

En ese bosque había, sin embargo, un árbol que nunca florecía. Estaba lleno de vida pero en sus ramas nunca aparecían las flores.

A este particular árbol, los animales no se le acercaban por miedo. La hierba tampoco crecía a su alrededor. Según la leyenda, un hada de los bosques se conmovió al ver a aquel árbol que parecía viejo.

Una noche el hada apareció junto al árbol y con nobles palabras le hizo saber que quería verlo frondoso. Le hizo una propuesta. Ella, con su poder, haría un hechizo que duraría 20 años. Durante ese tiempo, el árbol podría sentir lo que siente el corazón humano.

Gracias al hechizo podría convertirse tanto en planta como en ser humano, indistintamente, cuando así lo deseara. Sin embargo, si al cabo de los 20 años no lograba recuperar su vitalidad y brillo, moriría inmediatamente.

El árbol probó quedarse un largo tiempo como hombre, para ver si las emociones humanas le ayudaban en su propósito de florecer. Sin embargo, a pesar de buscar a su alrededor, solo veía odio y guerra. Entonces, prefería ser árbol.

El tiempo pasó, el árbol seguía como siempre y no encontraba entre los humanos nada que lo librara de su estado. Sin embargo, una tarde que se convirtió en humano, caminó hasta un arroyo cristalino y allí vio a una hermosa joven. Era Sakura. Impresionado por su belleza, se acercó a ella.

Sakura fue muy amable con él. Para corresponderle, él le ayudó a cargar el agua hasta su casa, que quedaba cerca. Conversaron con tristeza del estado de guerra en el que se encontraba el Japón y con ilusión de sus sueños.

Cuando Sakura le preguntó su nombre, al árbol solo se le ocurrió decirle “Yohiro”, que significa “esperanza”. Se hicieron muy amigos. Todos los días se encontraban para conversar, para cantar y para leer poemas y libros de maravillosas historias.

Un día Yohiro le confesó su amor a Sakura. También le confesó quién era en realidad: un árbol atormentado, que ya pronto iba a morir porque no había logrado florecer. Sakura quedó muy impresionada y guardó silencio. El plazo de los 20 años estaba por cumplirse. Yohiro, que volvió a tomar la forma de árbol, se sentía más triste cada vez.

Una tarde, Sakura llegó a su lado. Lo abrazó y le dijo que ella lo amaba también. Entonces, el hada apareció de nuevo y le pidió a Sakura que eligiera si quería seguir siendo humana, o fundirse con Yohiro en forma de árbol.

Ella miró a su alrededor y recordó los campos desolados por la guerra. Eligió fundirse para siempre con Yohiro. Se convirtieron en uno solo. El árbol entonces, floreció.

También dicen que una estrecha cuerda, casi estrecha como un hilo, separa la casualidad del destino. Es otra manera de decir que el ser humano está permanentemente sujeto a dos fuerzas de resonancia simbólica: la armonía y el caos, el destino y la casualidad.

¿Es el destino responsable de que tú y y esa persona que ves de manera diferente y “mágica” llegaran ese día juntos a la reunión del colegio de sus hijos? ¿O fue una dulce casualidad?. ¿Acaso el destino decidió que hablaran después de tantos años de silencio? Creer en el destino da un sentido a la vida, reduce la presión y minimiza la responsabilidad de nuestros actos. Si todo está escrito de antemano, no importa lo que hagamos porque un hilo rojo nos llevará a nuestro destino.

Sin embargo, si nos situamos al otro lado de la cuerda, sentimos el vértigo de percibir que todo lo que sucede a nuestro alrededor es pura casualidad y que, si aquel día no hubiésemos ido a esa reunión, o a esa salida con amigos no hubiéramos conocido a nuestra “alma llama”.

En este sentido, conviene recordar que leyendas como la del hilo rojo o el mito del alma gemela de origen griego pueden tener un lado negativo si nos obsesionamos con ellos hasta el punto de que consideremos que no vamos a estar ‘completos’ si no tenemos un alma gemela a nuestro lado. No hay que olvidar que el ser humano está perfectamente capacitado para alcanzar la felicidad en soledad. Pero, ¿acaso no es demasiado bonito saber que está ahí esa persona que con solo verla nos hace sentir mil cosas maravillosas? ¿Esa persona que simplemente no puedes dejar de mirar porque sientes que tu mirada te falla cuándo la tienes cerca?.

Sea como fuere, el amor, en el más amplio sentido de la palabra, no solo en su vertiente romántica, es sin duda alguna la energía más potente que nutre al ser humano, una fuerza que nos impulsa a continuar adelante siguiendo un hilo invisible que teje el sentido de la vida…ese sentido siempre será el amor, al fin y al cabo es aquello que mueve al mundo!

No sé si tú seas mi destino, mi casualidad, mi Yohiro, mi hilo rojo… por ahora solo eres en mi vida esa persona de mirada dulce, que esconde detrás de esos ojitos miles de emociones y sentimientos bonitos que me niego a dejar ir. Sigues siendo esa persona que me miraba cuándo pensaba que no lo estaba viendo, pero que aún, después de tantos años sigo sintiendo con esa mirada y recordando cada uno de esos momentos en los que solo eso, miradas me hacían sentir mil cosas bonitas.