Como padres tenemos un deber que en muchas ocasiones pasamos por alto, pero es de vital importancia. Definitivamente, los niños necesitan padres que les enseñen a pensar. Obvio que debemos ayudar a los más chicos, pero nunca truncarlos ni limitarlos.
Enseñar a pensar es entonces un derecho y una obligación que se constituye con el correr del tiempo en una inversión a futuro. La misma debe iniciarse desde la cuna e inculcarse diariamente, pero nunca encontrar un final inminente. En épocas donde la democratización de la educación comienza a materializarse en un enraizado ideal, parece una utopía el rol de los padres que enseñen a pensar a sus hijos. Ayudarlos a pensar es dotarlos de las mejores herramientas no solo para enfrentar la escuela sino la vida misma en general.
Padres que enseñen a pensar: ¿Por qué es importante?
Es fundamental que los padres enseñen a pensar a sus hijos. Solo así conseguirán el desarrollo pleno como persona del niño. No basta con negar o evitar eventuales problemas a la hora de razonar, pues ello no será de utilidad. No bajar los brazos y trabajar con insistencia se convierten en la llave de acceso al mundo.
Pues no puedes ofrecer mejor regalo a tu hijo que la posibilidad de pensar. Generador de autonomía y mentor de libertad. Arte que permite ordenar ideas, resolver problemas y expresarse mediante pensamientos, palabras o hechos.
Facilitar en todo momento al niño las respuestas y soluciones básicas para evitar la frustración solo equipara para abajo. No cercenes por lástima su inmensa posibilidad de llevar a cabo la máxima actividad y creación de la mente.
“Que piensen otros por ellos”, craso error común que solo sumirá a los niños en la mediocridad eterna. Los niños simplemente necesitan padres que enseñen a pensar con orden y método, que no teman al razonamiento de sus hijos. Aunque demoren o cueste. Contra toda distracción y haciendo frente al aburrimiento.
Con el paso del tiempo, ese pequeño devenido en adulto deberá ser capaz de pensar por sí mismo. Así, tendrá que tomar sus propias decisiones con responsabilidad, evaluar críticamente la información recibida, hacer valer sus opiniones y derechos.
Por ello, aprender a pensar libre y críticamente lo habilita a reaccionar ante dudas y problemas corrientes, eligiendo con seguridad su modo de vida. No obstante, ello no se consigue por arte de magia, sino que implica un arduo proceso que encuentra en los padres los principales garantes.
¿Cómo enseñarle a pensar al pequeño?
Enseñar a pensar al niño supone alimentar su curiosidad y agotar los porqués, arribar a conclusiones y resultados por sí solo y valerse de argumentos sólidos para justificar ideas. Pero, ¿cómo llegar a esa instancia? Pues presta atención a los siguientes consejos básicos que te llevarán al éxito.
- Confía en la capacidad del niño. Si crees que tu hijo puede lograrlo, ellos mismos se sentirán más capacitados de hacerlo. Actúa pacientemente para que el niño no pierda la calma ni se sienta presionado. No olvides que, en el fondo, los más pequeños siempre buscan complacernos y sorprendernos. Entonces, da lugar a que eso pase. Resolviendo tú mismo sus problemas la única enseñanza que permanecerá indeleble es que él no tiene el mismo potencial que ese padre todopoderoso.
- Permítele equivocarse, es señal de haberlo intentado. Sin lugar a dudas, nada enseña más que proponerse un reto y luchar para alcanzarlo. No penalices el error, valora cada intento y su perseverancia. Cosecha entusiasmo y tenacidad, recogerás frutos de crecimiento personal e intelectual. Recuerda que cada error puede materializar un nuevo y valioso conocimiento o aprendizaje.
- Pide explicaciones siempre. Abre diálogo para que las opiniones y deseos del niño fluyan. Obviamente, la idea es estimular la aparición de justificaciones lógicas y racionales. Permite que el niño se explaye en su explicación de propuestas y razones. Ello permitirá organizar su pensamiento y estructurar sus propias argumentaciones.
- Prohibido herirlo emocionalmente. Obviamente los padres que enseñen a pensar a sus hijos deben cansarse de intentarlo una y otra vez. Pero siempre de manera paciente y respetuosa, evitando gritos y calificativos que puedan dañar su autoestima y motivación. No olvides que tu actitud será fundamental para ganar seguridad y autonomía. Reacciones exageradas, insultos, burlas y chantajes están descartados de antemano.
- Estimulación y motivación en abundancia. Se requieren básicamente buenos hábitos de vida. Así, leer, meditar y reflexionar son pilares de esta compleja misión. Aumenta su hambre de superación personal, mas nunca te engañes ni enseñes al niño a engañarse a sí mismo.
- Apela a alternativas lúdicas, siempre útiles, didácticas y divertidas. No estaría nada mal recrear y entretener al niño con aquellos juegos que lo inviten a pensar y razonar. Aléjalo de puzles y rompecabezas que puedan memorizarse fácilmente. Acude, en cambio, a juegos variables como ajedrez, dominó, sopa de letras y juegos matemáticos como la escoba de 15.