Hay ocasiones en las que la responsabilidad de los padres sobrepasa límites y se convierte en un problema. Nos referimos a las madres sobreprotectoras. Podemos decir que los padres son sobreprotectores cuando sufren una excesiva preocupación por su hijo.
Incluso llegan a crear de manera figurativa una burbuja protectora, que aísla al pequeño de cualquier situación que parezca peligrosa o de riesgo, aunque no sea así.
¿Qué características tienen las madres sobreprotectoras?
La característica principal de las madres sobreprotectoras es que se preocupan de una forma desmesurada por la seguridad de sus hijos. Hay que tener claro que no lo hacen de forma malintencionada, sino al revés. Su afán por proteger a sus hijos les hace tener ese comportamiento y su principal objetivo es evitar que sufran o pasen por alguna situación que los perjudique.
Lo que pasa es que esto acaba por convertirse en un problema y en lugar de ayudar al pequeño, lo perjudica aún más. Las acciones de cuidado exageradas crean barreras o límites para impedir que sus hijos corran riesgos, aunque no haya un peligro concreto fuera de estas. Así, se limita el desarrollo de la autonomía del niño y se alimenta la autopercepción de incapacidad para afrontar la adversidad.
¿Cómo se comportan las madres sobreprotectoras?
A continuación, vamos a ver algunas conductas que caracterizan al accionar de las madres sobreprotectoras:
- Impiden a sus hijos ser independientes y hacen las cosas por ellos.
- Justifican cualquier error que tengan.
- No permiten que sus hijos adquieran responsabilidades.
- Consienten excesivamente a sus hijos.
- Se niegan a dejar a los niños participar de actividades o juegos en sitios naturales.
- Les generan miedo, incertidumbre y confusión a los infantes con sus mensajes y les remarcan que hay cosas que no son capaces de hacer ellos solos.
- Solucionan siempre los problemas que les acontecen a sus hijos, sin permitirles que sean ellos mismos quienes los resuelvan.
Claves para evitar ser una madre sobreprotectora con tus hijos
Ahora que ya conoces los rasgos negativos de la sobreprotección, entérate cómo superar tus miedos e inseguridades para no provocarle un daño a tus pequeños.
1. Entiende que esa conducta de sobreprotección no es buena para ti ni para tu hijo
Al tomar conciencia de lo negativo de cierto comportamiento, es más fácil reconocer que no lo estamos haciendo bien y ponerle una solución al problema.
2. Desarrolla tu autoconfianza
Ese afán por sobreproteger a los hijos surge de la desconfianza, del miedo y de las inseguridades que las madres podemos sentir a medida que los niños descubren el mundo.
Es muy común que los padres que sobreprotegen hayan sido criados bajo el mismo estilo, por eso es muy importante trabajar la propia autoconfianza para no trasladarle las inseguridades a los niños.
3. Permítele a tus hijos hacer las cosas por si mismos
Los padres no debemos hacer nada que los niños ya estén capacitados para hacer. Por ejemplo, cuando ya son capaces de vestirse, hay que dejarlos que lo hagan solos, aunque se pongan la camiseta del revés. Una vez finalizado el trabajo se la pondremos bien.
Es fundamental dejarlos que ganen autonomía y que hagan lo que ya están preparados para hacer. Lógicamente, aquellas cosas apropiadas para su edad y con las que no se puedan hacer daño a sí mismos.
4. Confía en sus capacidades
Según la edad cronológica, los niños son capaces de hacer determinadas cosas. Tenemos que confiar en ellos, en sus capacidades y dejarlos intentar. Puede salir mal, pero hay que permitirle que se equivoque.
5. Ayuda solo cuando sea necesario
Los padres debemos ser las guías de los hijos, quienes les acompañamos y apoyamos. Por eso, es importante permitirles que cometan sus propios errores, para que aprendan de ellos y logren ser independientes y autónomos. Este aprendizaje es clave para su bienestar. Así que, brinda ayuda solo cuando sea necesario, pero no antes de que te lo pida.
La sobreprotección impide que los niños evolucionen socialmente, que no puedan ser autónomos e independientes, que desarrollen sentimientos de inseguridad, miedo y poca valía.
Evidentemente, todas estas circunstancias tienen como probables consecuencias cierta tendencia hacia el pesimismo y pensamiento negativo. Asimismo puede generar una mayor predisposición a padecer trastornos afectivos e incluso depresión.