¿Quién puede decir que nunca ha mentido cuando era pequeño, o incluso que no lo sigue haciendo cuando es mayor? Con ello, no pretende justificar las mentiras pero sí dejar claro que el hecho de los niños mientan no les convierte en niños problemáticos. Existen excepciones, como cuando esas mentiras se llevan al extremo y afecten enormemente a su vida y a las de su entorno.
Al igual que pasa con las conductas inadecuadas -la mentira podría categorizarse dentro de este área- es necesario entender qué es lo que les lleva a mentir.
Las razones de la mentira
Las razones por las que un niño o una adolescente miente son las mismas por las que mentimos los adultos:
- Se sienten en una encrucijada sin salida.
- Tienen miedo de nuestro castigo.
- Temen nuestro rechazo.
- Sienten alguna amenaza.
- Simplemente creen que así será más fácil.
Normalmente, cuando un niño o un adolescente miente, entendemos que su autoestima está resentida. Es decir, mienten porque consideran que no son suficientemente buenos tal y como son, o quieren parecer mejor de lo que son.
En ocasiones, cuando el niño es muy pequeño puede no diferenciar bien entre la fantasía y la realidad, lo que provoca que mientan de forma habitual.
¿Como podemos detectar la mentira en los niños?
Aunque cada niño desarrolle sus propios comportamientos, de forma general
podremos identificar que están diciendo mentiras gracias a los siguientes indicadores:
En el aspecto fisico:
- Se les acelera el ritmo cardiaco y la respiración.
- Se les enrojece el rostro.
- Empiezan a sudar, frecuentemente en la palma de las manos.
- Se ponen temblorosos, en especial las manos y la mandibula.
En el lenguaje no verbal:
- Gesticulan poco.
- Esconden las manos o las retuercen. Este hecho puede interpretarse como un gesto de ansiedad, tensión o activación.
- No nos miran a los ojos, o mantienen poco la mirada.
- Se tapan la cara con las manos. Asi delatan la incomodidad que sienten al mentir. Otros gestos pueden ser rascarse el cachete, la nariz o la barbilla, comerse las uñas, etc…
- Movimientos de fuga. Por ejemplo, cuando alguien que esta sentado posa las manos sobre sus rodillas como para levantarse y luego las quita, o cuando se apunta con el pie hacia la salida. Posiciones como estas denotan que la persona se siente incómoda mintiendo y se quiere ir.
En el lenguaje verbal:
- Dan pocos detalles y hablan con vaguedades.
- Hablando sobre conversaciones, evitan hacer citas textuales. Nos cuentan su versión de las cosas.
- Incluyen en la historia la mayor cantidad de verdades posibles, y entre ellas intercalan las mentiras.
- Se contradicen.
5 consejos para afrontar la mentira en familia
A continuación, compartimos algunas claves para tratar el tema de las mentiras con tus hijos:
1. Intenta entender qué hay detrás de esa mentira
Si lo pensamos detenidamente, la causa puede ser multifactorial:
- Necesidad de controlar una situación que le genera inseguridad.
- Voluntad de ocultar un error.
- Evitar un conflicto.
- Controlar el estrés.
- Esconder algo que le avergüenza.
- Inventar una historia que le hace sentir mejor.
- Proteger su privacidad (sobre todo en caso de adolescentes).
- Dificultad para autocontrolarse.
Un niño no miente porque sea un mentiroso y punto. Detrás de una mentira siempre hay motivos y los padres hemos de tratar de averiguarlos para conseguir que sean más honestos. Es importante que sepan que nuestro amor no está en juego, que, independientemente de sus errores, seguimos queriéndolos y siguen siendo igual de valiosos para nosotros.
2. Toma conciencia de tu reacción
Ante una mentira es esencial mantener la calma y no tomárnosla como algo personal. Tenemos que entenderla en sí misma como una oportunidad de aprendizaje y para ello es fundamental que nuestra reacción sea pausada y libre de juicios morales.
Pongamos un ejemplo de respuesta sensata: “Cariño, ¿me puedes contar exactamente cómo sucedió para poder entenderte? No te voy a juzgar, a veces mentimos por miedo, pero me digas lo que me digas, no voy a enfadarme, solo quiero ayudarte”.
3. Evita la ironía
El doble sentido y la ironía pueden llegar a ser muy degradantes. Cuando los niños son muy pequeños, no la entienden y se quedan descolocados, lo que nos sitúa en una situación de superioridad que no permite que aprendan de su error. Y cuando son adolescentes, lo único que conseguimos es humillarles. Y de la humillación no surge ningún aprendizaje valioso y útil para la vida.
4. Aliéntale cuando diga la verdad
Las virtudes son buenas acciones que se entrenan y terminan convirtiéndose en hábitos. Para animar a nuestros hijos a decir la verdad, aprovechemos aquellos momentos en que son honestos para agradecerles el gesto y alentarles: “te debe haber costado mucho esfuerzo decir la verdad, gracias por hacerlo”. “Decir la verdad es de valientes”. O “vamos a ver cómo podemos buscar una solución entre los dos”. Evitemos enfadarnos, aunque la verdad no nos guste: recuerda que uno de los motivos por los que mienten es por miedo y por evitar conflictos.
5. Da buen ejemplo
Seguramente nuestros hijos e hijas nos han visto mentir más de una vez: “dile a tu abuela que después la llamo, que ahora estoy ocupada”. “Dile a la vecina que estoy en la ducha”. “No podemos ir este sábado a la celebración porque tenemos un compromiso”. Las excusas son mentiras. Si queremos ser ejemplos de honestidad, seamos honestos.