Casi todos los antibióticos habituales son compatibles con la lactancia materna, según los especialistas.
La intención de extremar los cuidados hacia el bebé puede conducir a comportamientos equivocados. Es lo que sucede cuando, con el afán de evitar que un antibiótico ingerido por la madre pase al niño a través de la leche materna, se interrumpe la lactancia. En la mayoría de los casos, los perjuicios de dejar de amamantar superan a los que el medicamento podría causar. Este artículo explica por qué abandonar la lactancia ante cualquier antibiótico es una conducta errónea, la importancia de evaluar cuál es el riesgo mayor, los distintos niveles de riesgo de los antibióticos y qué pasa con los demás medicamentos.A
Abandonar la lactancia ante cualquier antibiótico, una conducta errónea
Con frecuencia, la indicación de antibióticos a una mujer que tiene un bebé viene acompañada de la orden de que deje de amamantarlo. El argumento que sostiene este comportamiento es la creencia de que no merece la pena el riesgo de que una parte de la medicación pase a la leche y a través de ella llegue al niño y le produzca consecuencias nocivas. Sin embargo, los especialistas en la materia enfatizan que, en la mayoría de los casos y debido a varios factores, es una conducta equivocada.
En primer lugar, se deben tener en cuenta los beneficios de la lactancia materna, que son muchos y muy importantes. Por eso, la Asociación Española de Pediatría (AEP), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la mayoría de las más importantes sociedades científicas especializadas en el tema recomiendan que la leche de la madre sea el alimento exclusivo de los hijos durante sus primeros seis meses de vida y que se mantenga luego, complementado con otros productos, al menos hasta el año de edad. Entonces, ¿qué representa un riesgo mayor: la posible llegada del antibiótico hasta el bebé o que este abandone la lactancia?
La importancia de evaluar cuál es el riesgo mayor
En una revisión sobre ‘Uso de antibióticos y lactancia materna‘, expertos de la AEP explican que «las pruebas científicas actuales permiten asegurar que interrumpir o contraindicar la lactancia materna supone, per se, un riesgo importante de morbi-mortalidad para cualquier lactante, incluso en sociedades desarrolladas». Por ello, se torna fundamental valorar de forma correcta el riesgo real que la ingesta de un antibiótico tomado por la madre representa para su hijo.
La mayoría de los fármacos antiinfecciosos disponibles en la actualidad tienen poco efecto sobre la calidad o cantidad de la leche materna o sobre la salud o bienestar del lactante y son contados los tratamientos antiinfecciosos incompatibles con la lactancia materna.
En este sentido, adquiere vital importancia que los profesionales de la salud procuren recetar tratamientos inocuos para el niño; si no es posible, que propongan la alternativa más correcta y, si no queda otro remedio que el abandono de la lactancia, que traten de que la interrupción sea temporal. «Existe información adecuada -explica el documento- pero con demasiada frecuencia las fuentes habitualmente usadas, como el vademécum, no son suficientes ni apropiadas».
Distintos niveles de riesgo de los antibióticos
El trabajo de la AEP incluye un listado de más de 200 antibióticos, con diversos datos de cada uno, entre los cuales se destaca su nivel de riesgo de lactancia. Se establecen cuatro niveles. El nivel 0 alude a un producto «seguro», un fármaco cuya seguridad para la lactancia está comprobada. Los del nivel 1 son «probablemente seguros»: «No hay datos publicados, pero sus características físico-químicas y farmacocinéticas hacen muy poco probable la aparición de efectos adversos». En el nivel 2 están los productos «poco seguros», que podrían causar «efectos adversos moderados sobre la lactancia» o el bebé. Los del nivel 3, por último, están contraindicados: si es indispensable que la madre los tome, se debe interrumpir la lactancia.
Casi la mitad de los antiinfecciosos incluidos en la lista (101) corresponden al nivel 0, y otros 64, al nivel 1. Esto quiere decir que el 76% de los antibióticos permiten continuar con la lactancia, aunque si son del nivel 1 se debe efectuar un control riguroso del tratamiento. Otras 35 sustancias (16% del total) forman parte del nivel 2 («debe valorarse la relación riesgo/beneficio y buscar una alternativa más segura»), y solo 16, al nivel 3 (es decir, poco más del 7%). Y no solo es una cuestión de cantidades, sino también de frecuencia de usos. Según la guía ‘Lactancia y medicamentos: una compatibilidad casi siempre posible‘, editada también por la AEP, «casi todos los antibióticos habituales son compatibles con la lactancia».
La respuesta a la pregunta inicial, entonces, es clara: ¿siempre los antibióticos son incompatibles con la lactancia? Pues no. Más bien al contrario: la mayoría de las veces son compatibles. Para tener seguridad acerca del nivel de riesgo de cada tipo de antibiótico, se puede consultar el listado en el citado trabajo de la AEP.