pérdida de un padre en niñosComo seres humanos que somos, nuestras relaciones sociales son sumamente importantes. Cuando estos lazos afectivos se pierden por la muerte de nuestros seres queridos, se desencadena un estado afectivo al que conocemos como duelo.

Si el duelo es duro para un adulto, aún resulta más difícil para un niño. Para empezar porque su sensación de seguridad se tambalea. La pérdida repentina sobre todo genera una sensación de falta de control y de seguridad que puede llegar a ser muy abrumadora. Por ello, el objetivo transversal será proveer a este niño o a esta niña de esa sensación de seguridad, ayudándole en su proceso de reestructuración.

Aunque las siguientes pautas están orientadas a gestionar la pérdida de un ser querido, podría adaptarse a cualquier otro tipo de duelo.

1. ¿Cuándo es el momento ideal para decírselo?

Conviene comunicarlo lo antes posible. Buscar un lugar adecuado y un momento adecuado para explicar pronto, con un lenguaje fácil y sencillo, lo que ha sucedido. Mejor sin utilizar eufemismos que generan mucha confusión como “se ha ido”, “se fue al cielo”, “se ha quedado dormido para siempre”… Si es una muerte que se preveía, es mejor ir preparando al niño poco a poco y con antelación. Poder visitar al enfermo al hospital ayuda a poder procesar lo que está sucediendo y entender mejor por qué la persona que queremos no está donde suele estar.

2. ¿Pero por qué?

Conviene tener en cuenta las características individuales y de la edad que tenga el pequeño a la hora de explicarle lo sucedido. Adaptaremos el lenguaje, la forma de explicarlo, el momento… Por ejemplo, puede ayudarnos un cuento sobre duelo, relacionar con otras pérdidas conocidas para ellos y ellas como, por ejemplo, la muerte de un animal, de alguna planta, o quizás poner un ejemplo de una película.

Es importante que respondamos a sus preguntas por muy alocadas que sean: esto les dará seguridad. Y si desconocemos la respuesta, debemos ser capaces de admitir que no lo sabemos y que para nosotros tampoco es fácil entenderlo.

3. ¿Cómo acompañarles en su sentimiento?

Cada niño y niña va a tener su forma de expresión de lo que siente, es importante mostrarse atentos y ayudarles a que se den cuenta de que esa expresión de rabia quizás es dolor, es tristeza… Es consecuencia de cómo se sienten en relación a la pérdida que acaban de experimentar. Que quizás el haberse hecho pipí esta noche tiene que ver con lo que siente y no con que vuelve a ser pequeño. Algunos no se muestran tristes y se sienten culpables por ello. No conviene juzgarles, respetando siempre sus ritmos.

En algunos niños puede surgir el miedo a perder a otras personas y otros pueden tener conductas regresivas (necesitar más atención, más contacto, succión del pulgar). Además, puede que resurja de nuevo el miedo a la oscuridad, que se muestren más irritables o que se sientan culpables, o tal vez desmotivados. Sin olvidarnos del cuerpo, ya que algunos niños y niñas pueden somatizar sintiendo dolor de barriga, de cabeza, dolor en el pecho…

4. ¿Qué repercusiones está teniendo la pérdida en su vida?

Conviene estar atentos para ver si está afectando a algunas áreas de su vida. Cuando la parte emocional no está bien no podemos concentrarnos ni memorizar, nos cuesta más estar con los otros… Es importante tener en cuenta que los resultados académicos pueden verse afectados en un proceso de duelo y quizás también las relaciones con los demás.

5. ¿Seguimos con las rutinas?

Mantener las rutinas les aportará seguridad. Quizás podemos explicar lo que pasará de aquí en adelante, quizás algunas cosas cambien pero otras seguirán igual y esto les vendrá bien saberlo.

6. ¿Debemos compartir lo que sentimos u ocultarlo?

duelo en niños 2Sin duda, no hay que tener miedo a compartir la tristeza, la rabia, la impotencia delante de los niños, siempre siendo seguros para ellos. Puede que pensemos que tenemos que proteger al pequeño de nuestras lágrimas, o que no queremos que sufran más de la cuenta. Pero si les mostramos de vez en cuando que los adultos también lloramos por la pérdida de una persona que queremos, ayudaremos a normalizar la expresión de la tristeza de manera sana para cuando ellos sean adultos.

Si escondemos nuestras emociones y les mostramos que “todo va bien”, ellos aprenderán a congelar sus emociones y el daño puede ser mayor. Somos modelos de imitación para ellos, así que mostrando nuestras emociones les estamos enseñando a poder expresar las suyas de manera sana.

7. ¿Y si no queremos verles sufrir?

En ocasiones nos asusta ver el dolor de los otros, pero es inevitable y estará bien que podamos acogerlo y no minimizar lo que sienten. Lo importante es que noten nuestra presencia y nuestro acogimiento. Es más, conviene animarles a expresar lo que sienten. A veces se nos escapa un “no llores”, “no estés triste”, “tienes que ser valiente”, “no está bien enfadarse así”… Mensajes como estos coartan la libre expresión e impedirán el procesamiento de la pérdida. Aunque no podemos proteger a nuestros niños de la muerte, sí que podemos ayudarles en su proceso de duelo, validando lo que sienten y ayudándoles a expresarlo con palabras.

8. ¿Existen  palabras mágicas?

No, pero podemos acompañar diciendo cosas como: “Entiendo que te sientas así, duele mucho perder a alguien”, “Entiendo que ahora no te apetezca hablar de ello pero podemos estar en silencio abrazándonos”, “Es terrible lo que ha pasado, cuando lo necesites puedes decirme cómo te sientes”, “No tengo palabras pero podemos compartir el silencio” , “A mi también me entran muchas ganas de llorar cuando pienso en él/ella”, etc.

9. ¿Nos despedimos para siempre?

La realidad es que nos despedimos de una parte, pero quedan recuerdos, imágenes, sensaciones… El amor es para siempre. Esas sensaciones no se olvidarán y estará bien tenerlas en cuenta y ponerle palabras. Frases como “papá murió pero siempre seguirá dentro de nuestros corazones” o “le queremos mucho y le seguiremos queriendo mucho, aunque ahora ya no lo podremos ver o abrazar”.

10. ¿Conviene realizar un ritual?

Sí. Y es importante hacerles partícipes del ritual de despedida siempre que quieran. En la medida de lo posible, es conveniente que los niños puedan asistir al funeral, para así poder empezar a digerir lo que ha sucedido y empezar a elaborar el duelo adecuadamente. Si el niño no desea ver al cadáver o participar en el ritual de despedida, será necesario escuchar su deseo y respetarlo.

Por ejemplo podríamos buscar un lugar cómodo y tranquilo, evocar a la persona que perdimos y expresar las sensaciones que surjan. A partir de ahí, nombramos los recuerdos sobre la persona perdida, recordaremos momentos hermosos, quizás podemos dirigirnos a esta persona para expresarle lo que se nos quedó por decir, quizás queremos pedirle perdón o decirle que le perdonamos y agradecerle todo lo que nos aportó. Podemos utilizar fotos para ello, también crear una caja de recuerdos, dedicarle un dibujo o una canción. Todo vale.

Fases del duelo

La pérdida de un familiar en la infancia siempre es una situación complicada, con características diferenciadas en función del momento evolutivo en que se encuentre el niño. A lo largo de la infancia el niño se encuentra en proceso de desarrollo tanto a nivel físico como cognitivo y emocional, lo implica también que su capacidad de resolver problemas aun está desarrollándose.

El duelo suele pasar por 4 fases, durante las cuáles los pequeños deben contar con una compañamiento adecuado para superarlas de la mejor manera posible. Estas son:

  • Fase de entumecimento o shock: en esta primera fase nos encontramos ante una fuerte desesperación. Las reacciones son de negación, no aceptación y a menudo turbación.
  • Fase de anhelo y búsqueda: se caracteriza por la búsqueda de la persona fallecida y un período de nostalgia y melancolía. La persona puede sentirse apática e indiferente, presentar agitación y pensamientos continuos sobre la persona que falta.
  • Fase de desorganización y desesperanza: en esta tercera fase, la realidad empieza a asentarse y la persona puede sentirse arrastrada por los acontecimientos. Suelen presentarse sentimientos de desesperanza, relacionados con pensamientos frecuentes acerca de recuerdos y momentos compartidos con el fallecido.
  • Fase de reorganización: a lo largo de esta fase los aspectos más incapacitantes del duelo comienzan a remitir y la persona empieza a experimentar una mejora en su día a día, siendo progresivamente más capaz de lidiar con sus emociones. Puede aparecer una sensación combinada de alegría y tristeza.